Aumentar el uso de madera en la construcción de edificios constituye un medio eficaz de lucha contra el avance del efecto invernadero. A lo largo de su crecimiento, los árboles absorben el dióxido de carbono para producir la celulosa y la lignina de la que están constituidos, asimilando y fijando el carbono y liberando oxígeno a la atmósfera, gracias a la función clorofílica. Al transformar un árbol en material de construcción, se retrasa el momento en el que el carbono, fijado por la fotosíntesis, será expulsado a la atmósfera por descomposición o combustión.
Según el CNDB, una tonelada de materia empleada en la edificación representa alrededor de 1,6 toneladas de CO2 atmosférico menos. Si la madera arde al final del proceso,el gas carbónico almacenado en el árbol vuelve a la atmósfera, por lo que el balance del perjuicio que comporta el uso de la madera es nulo en relación al recalentamiento global, mientras que el de los otros materiales de construcción (metal, hormigón, vidrio y materiales de plástico) es positivo, ya que es necesaria mucha energía para producirlos y por consiguiente desprenden CO2.
El uso de la madera ha sido muy importante sobre todo en Europa ya que se han encontrado múltiples beneficios al usarla.
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